"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

Habitarte

Incluso con el amor explotado me gusta. 
Es Hiroshima. Es mi amor. Reinventándose tras las ruinas y el desierto de escombros y cuánta belleza ha dejado en formato destrozo. Su explosión fue música; fueron tambores haciendo eco, dejando huellas. 
Hiroshima, mon amour.
El francés, cuando habla de ti, suena mejor. 
Mejor que La vie en rose.
Amour. Como la película. Con su inicial. En francés y con las canciones que me enseñaron cuando tenía siete años. 
Suenan tus canciones favoritas. 
Suenas tú. 
Las noches hablan de ti. 
Anoche me contaron una de esas historias metafóricas que nos gustan aplicar a nuestro día a día. 
"Hay dos clases de hilos, los que están y los que no están. Eso es fácil, ¿no? Vale. Me refiero a que puedes tener una buena relación con alguien sin que exista un hilo que os una. Dentro del grupo de hilos que están, he diferenciado dos: los que, aun siendo gruesos y fuertes, son hilos que se van estirando hasta estar tan tirantes que se rompen; y los que empiezan siendo hilos de tapar pequeños agujeros en cualquier rotura de una camiseta desgastada y terminan siendo cuerdas que son capaces de sujetar barcos. Estos últimos, al contrario que los primeros, se van acercando. Es como si los dos hilos, al estar juntos por fin y encontrarse, formaran una cuerda. Los hilos ya estaban, ahora se están encontrando y eso lo sabe ambas partes."
Eres Hiroshima. Eres la ciudad más bonita incluso cuando consiguieron derribarla. Y sigues siendo el único sitio que quiero habitar. 
Eres Hiroshima, mon amour.  

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