Me ha pillado con la guardia baja y me está escociendo pero no se cura. No termina de curarse, hace el esfuerzo pero se queda ahí, en un intento. No pretendía quedarme, ni siquiera saludar. En realidad, no recordaba ni que estaba por aquí. Sólo supe mirar el mapamundi, intentaba pronunciar ciudades en idiomas desconocidos, hacía como que pensaba en un destino pero simplemente disimulaba y justo ahí, justo en ese segundo, habló y me quise acercar.
Y me acerqué.
Peor todavía: se acercó. Y volvió a escocer.
Creía que estaba pegada porque cada vez que se movía, sentía que se estiraba la piel más de la cuenta. Pero no sintió nada, así que supongo que seguíamos siendo seres independientes y ajenos.
Seguíamos siendo lo que yo había pedido.
Seguíamos siendo lo que yo ya no quería ser.
Se quedaba mirando, le daba la vuelta a la almohada, movía su brazo derecho y me rozaba con las yemas de los dedos.
Seguíamos siendo lo que yo había pedido.
Seguíamos siendo lo que yo ya no quería ser.
Se quedaba mirando, le daba la vuelta a la almohada, movía su brazo derecho y me rozaba con las yemas de los dedos.
Lo hizo tan sutilmente que cuando se fue no me di cuenta.
Lo hizo tan bien que llegué a pensar que esta vez sí.