"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

sábado, 22 de junio de 2013

H.

Mi mundo se acaba de paralizar. Supongo que junio y yo nunca nos hemos llevado del todo bien. Y a los demás les da igual que todo esto se haya congelado. Total...
Y no vernos más, ¿ya está? No voy a verlo nunca más, nunca. No tiene sentido que no vayamos a vernos, no me cabe en la cabeza. No entiendo cómo vuestras vidas no se han quedado paradas si se acaba de ir el héroe de mi héroe, un héroe por excelencia. O algo así. O se está yendo.


Y ella se va a morir de amor.

Madrid y sus imanes.

Ojalá te desintoxiques. Y ojalá el vinagre de las heridas lo cure todo y ojalá alguien se dé cuenta de que cuando caminas parece que vas flotando por las nubes. Ojalá tu imán enganche a una cualquiera que termine siendo tu cualquiera. Y ojalá Madrid no quede tan lejos y enseñes todos los rincones de Malasaña con globos rojos incluidos. Y ojalá tu cama no esté vacía nunca más. Y yo qué sé. Ojalá algún día entiendas que no soy capaz de olvidar tu rastro. Ojalá sepas que soy incapaz de no echarte de menos. Dejas una huella que me ha perforado entera.
Fue como ese miedo que sientes cuando te cruzas por la calle a una persona idéntica a alguien que se fue (o que echaste, no está del todo claro). Ese día rompimos todos los cristales y nos rompimos un poco entre nosotras.

Justo hoy, tu mismo pelo, misma ropa, mismas manos y, me atrevería a decir, misma cara y misma sonrisa. He tenido tanto miedo que no sabía si acercarme para ver si eras tú o seguir como han seguido estos meses sin nosotras. Justo un viernes convertido en sábado, justo un viernes convertido en sábado relacionado con la vida y la muerte, justo un viernes convertido en sábado en la calle de aquel bar, justo un viernes convertido en sábado como el de abril.

Espero que te hayas curado. Aquí las cosas no andan muy bien, cerca de ti alguien se está muriendo y yo ni siquiera puedo salvarlo. Se nota que no estás y duele por las noches pero es comprensible. Las vueltas de la vida, supongo. Supongo demasiado. Una parte de ti se duerme todos los días conmigo y nada, así todo es más llevadero. Hoy, por ejemplo, me hubiese pasado el día hablando contigo y contándote las cosas que sólo te contaba a ti. Supongo que eres imantada incluso cuando no estás (y vuelvo a las suposiciones).

Necesito escribirte aunque nunca contestes, aunque lo que sea. No pasa nada, de verdad que no; de verdad de la buena.

Cuídate, niña imantada.