Como no puedo llamar a tu puerta y presentarme con un libro y una rosa roja de tallo infinito, me planto aquí. Por qué hoy y no ayer. Porque adoras los libros, porque a todos nos gustan las flores, porque no sólo me acuerdo de ti el 22 de abril y porque quiero, sin más excusas.
Imagina que esto es parte de una historia escrita en papel donde se habla de abrazos sin finales, de caracoles, de huracanes que arrasan con todo (y más). Imagina que es un cuento que tienes entre tus manos y que esto sólo es una selección de todo lo que vendrá después (porque todavía queda mucho para terminarlo o quizás es interminable, ya me lo dirás). Así que, por favor, sueña con el timbre de tu puerta, con el olor de la rosa y con el tacto de los libros que cuentan historias eternas, de ésas que no queremos que terminen nunca por miedo a lo que vendrá después.
Voy a ir a tu ventana a tirar fuegos artificiales con forma de espiral porque creo que hay muy pocos paisajes que te representan tan bien, tan real, tan tú. Y voy a llenar tu cielo azul de luces de colores, de letras esparcidas para crear las frases que no podemos decir (porque todo lo que no decimos es toda la verdad y quiero tus verdades).
Dicen que las espirales son sucesiones crecientes de acontecimientos. Algo así eres tú. Eres todo lo que ha pasado y va a pasar, eres todos esos momentos que merecen la pena ser vividos, de menos a más hasta llegar al infinito y no poder volver a ser menos. Sí, algo así.
Cuanta más historia hay, más me acerco. Como las hélices que giran y te enganchan y no puedes dejar de mirarlas y aunque apartes la mirada vuelves a observarla por si te pierdes algún movimiento.
Hay tormentas que merecen la pena.